lunes, 11 de abril de 2011
Carretera
No se desde cuando, ni porqué. Pero la carretera siempre me porvoca melancolía. Ese camino curveado, rodeado de árboles de diferentes verdes y cafes que forman una especie de bóveda por donde cuelgan unos hilos de luz ennublecida, me hacen pensar en la muerte. Tal vez, todo empezó cuando mi mamá me dijo que cuando muriera, queria que sus cenizas fueran esparicadas en esos prados verdes adornados con pinos. Desde entoces no puedo evitar imaginarla caminando entre éllos.
O tal vez, mi problema se encuentra en el destino. Hasta el día de hoy, cada vez que paso por la carretera es para ir a una de esas comidas familiares, donde se juntan tantas historias, que no alcanzaría un cuento para relatarlas todas. Las reuniones siempre empiezan con una misa, donde el padre puede decir cuanta cosa se le venga a la mente. En ese lugar, un padre puede disfrzar su opinión de la palabra de Dios sin leer la biblia y mover cientos de personas.
Posteriormente, caminamos hacia la casa pintada de rosa bugambilia, porque ese fue el último color que la abuela escogió. Dentro, se encuentran los muebles que guardan la esencia de aquella mujer encorbada que caminaba silenciosamente por lo cuartos de aquel lugar. Con sólo ver cada pieza seleccionada, se puede conocer su personalidad extravagante y ostentosa.
La fiesta comienza cuando el aire se impregna de olor a canela y otras especias. Los niños corren y se estrellan contra las faldas de mujeres que no son precisamente las de sus madres; Y yo, camino entre las personas, me veo entre espejos que me enseñan que el tiempo no me espera.
El día pasa, yo platico con aquéllos que alguna vez jugaron a "Las escondidas" o "Las traes".
En el fondo veo a mi mamá despidiéndose y la sigo.
Y vuelvo a la carretera, donde lo árboles de vuelven sombras. El auto en el que viajo, arrastra las estrellas. La melancolía vuelve, siempre lo hace acompañada de la noche. Porque ¿que sería de la melancolía sin soledad?, para eso tiene a la noche, así duele menos.
Regreso a Cuernavaca, a mí misma. El calor del medio día, el tráfico de los viernes y una ciudad llena de palomas.
Sí, esa soy.
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PORFIN!
ResponderEliminarPero definitivo vale la pena la espera por tus entradas. Esta me encantó, porque nos hablas de forma más literal sobre ti.
Dulce me encanta la forma en la que escribes.
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